Tiempo de conversaciones profundas

De presentaciones que hablan de miserias:


¿Alguna vez has pensado porque cuando aún eras un niño(a) tenías el deseo de ser un adulto cómo papá y mamá?, ¿lo deseabas porque querías ser un adulto responsable y bueno como las figuras adultas a tu alrededor?, ¿lo querías porque no esperabas el día en que te convertirías en aquel profesor, médico, astronauta o cualquier otra profesión de tus sueños que salía en la televisión? o ¿simplemente lo deseabas porque no querías vivir bajo el mandato de las reglas en casa?

Sea cual sea la razón, si eres un adulto ahora, ¿Cómo crees que ha cambiado tu perspectiva de aquel sueño?.

Les compartiré un poco de mi historia y cómo van las cosas para presentarme, si bien es un tema para reflexionar y muy basto para debatir, considero que puede ser un buen punto de partida y quizás logremos simpatizar si es que te encuentras en la misma situación. 

Bien, para comenzar desconozco en qué año probablemente leerás mi entrada por lo que suponiendo que lo haces ahora estamos en 2022 y tengo 26 años cumplidos, soy bajita de estatura con apenas 1.59 m de ganas de vivir y he subido un poco de peso debido al constante estrés que me lleva a la primer pregunta con la que inicié todo esto; para ser sincera, fui una niña que constantemente cambiaba de sueños profesionales, un día quería ser biologa, mañana quería ser veterinaria y al otro día viajar a la luna, por lo que en el transcurso de mi vida nunca tuve un sueño al que me aferrara como tal y fue entonces que cuando llegué a la etapa de la educación media superior fue que estrellé mi cara ante el duro y frío muro de la realidad, ese que decía: ¨Demonios chica, tú no sabes ni quién eres. ¿Cómo planeas ser un adulto entonces?¨. 

Ese gran y horrible muro vino con una persona agradable y muy determinada, si, la primer persona que consideré maduramente como mi mejor amiga; esa chica sabía lo que quería, dónde iba a estudiar después e incluso cómo y dónde se iría a vivir, en primer instancia, reconozco que me dió bastante envidia porque ella tenía claro lo que tenía que hacer pero los siguientes sentimientos que me causó fueron: asombro, admiración, motivación, frustración, incertidumbre y un constante miedo, porque yo con apenas 15 años ¿qué iba a ser de mi vida?, ¿en dónde quedaron todas esas opciones a profesión que quería de niña?. La respuesta fue simple, el sistema educativo de la secundaria y la preparatoria fueron quemando una a una mis ganas de desempeñarme en cada profesión que pensé y la carga extraorbitante de tareas aplastaron mi motivación de siquiera estudiar, sin embargo, al llegar a los últimos años, mis padres me influenciaron para que eligiera una carrera ¨decente¨ y que llevara materias en las que me consideraba buena. 

Por lo tanto, les comparto que en 2018 terminé mi Licenciatura como Desarrolladora de Negocios e innovación empresarial, un nombre bastante largo para resumirlo (según mi criterio) cómo: ¨La licenciatura del emprendimiento y el Godínez general de las empresas¨, aunque la gente engorrosamente termina diciendo: ¨-¡Ah!¡Vendedora!¨ o ¨La mercadóloga¨.

En fin, sea cual sea el nombre que me quieran dar, terminé la universidad con honores y el mejor promedio de la escuela , teniendo dos reconocimientos plasmados en una placa de aluminio en la sala de la casa de mis padres, que por cierto son mis rommies porque aún vivo con ellos cómo toda persona soltera y sin obligaciones maternales. 

Si bien ahora no me gusta ver esas placas en la sala de estar porque cada vez que las veo o cuando un familiar metiche llega y pregunta por ellas me someten a una presión social-laboral debo reconocer que fueron mi pase para el primer empleo que tuve: Un asistente administrativo. 

Con mis deficientes habilidades sociales y de comunicación, los primeros meses fueron el puro infierno,  pero posteriormente gracias a la paciencia de mi primer jefe pude desempeñarme eficientemente y eso me llevó a 3 años de una vida laboral en la que enfrenté problemas que me hicieron entender y tomar el sentido de los chistes Godínez como popularmente se habla en México.

Así fue, que entre viajes de 1 hora de ida y 1 hora de vuelta, jornada laboral en los domingos, horas extras y temporadas en los que no había días de descanso viví para pagar impuestos que van a los departamentos de vacaciones de los funcionarios, políticos y los ¨arquitectos¨ e ¨Ingenieros¨ que ocupan el dinero de las licitaciones para las obras públicas en sus departamentos ubicados en la zona más costosa para vivir en Acapulco. 

Fue hasta 2021 que voluntariamente decidí dejar de escuchar quejas absurdas (que prometo escribir una entrada de esto más adelante, oh si) y con mi seguridad genuina de que encontraría otro empleo debido a mi adorada carta de recomendación que hablaba sobre mi buen desempeño fue que terminando la posada de fin de año  (llevándome a casa la batidora eléctrica que gané en la rifa) y sin ningún remordimiento salí por el portón principal a las 11:00 pm después de haber entregado completamente mi área.

Meses después y hasta la fecha es cuando aún me sigo preguntando si en verdad fue la mejor decisión, pasé 2 meses, el primero fue para una merecida  ¨pausa laboral¨ y el segundo a emprender mi búsqueda a un trabajo más digno y menos agobiante, pero al terminar el mes y viendo como empezaban a disminuir mis ahorros y mi finquito (si, porque soy una persona que no tiene tanto control en sus finanzas personales y porque por responsabilidad aporto a los gastos de la casa) comencé a desesperarme y he aquí, casi termina el 2022, tuve un empleo temporal por parte de un programa de becas el cual dejé por una oferta laboral que se veía prometedora y terminó siendo lo peor (también escribiré otra entrada por esto porque me da mucho coraje cada vez que lo recuerdo) y ahora casi me quedo sin ahorros, con una deuda que pago cada mes por querer tener una habitación agradable, trabajo en una tienda familiar de la cual aún sigo sin tomarle el sentido de lo que se vende pero que me da tiempo para escribir esto y que tristemente gano la mitad de lo que ganaba antes. 

Tengo tantos altibajos emocionales como mi presión arterial, en los cuales me pregunto si realmente valió la pena esforzarme por sacar el mejor promedio de la universidad porque lo único a lo que me ha llevado es a sentirme mal por no cumplir las espectativas, ya no únicamente de mi familia sino también de encontrarme con los compañeros de la escuela que tienen mejores empleos que yo y que me señalan porque era una persona de desvelarse haciendo los proyectos.
Afortunadamente no tengo vicios nocivos en cuanto al cigarro y al alcohol, pero he dormido menos, mi circulo social se ha limitado a sólo mi hermano menor,  he comido más y al menos tengo programada en mi agenda una lloradita a la semana, entonces es ahí, donde en esos días en las que me siento estiércol (ni siquiera eso porque el estiércol al menos sirve para fertilizar) o mejor dicho inútil, en las que todo se reduce a la pregunta: ¿En qué estaba pensando cuando de niña dije que querá ser un adulto?.

Sin embargo, cuando pasan al menos los 30 minutos de llanto entonces paso a la siguiente etapa que implica  avergonzarme por hacer todo ese drama, y de la nada me viene el pensamiento de: ¨¡Al carajo, cómo si todos tuvieran la vida perfecta!¨, o ¨Al menos tengo comida, donde dormir y unos padres que se preocupan por mí, de igual manera algún día he de morir¨, Aclaro: no con esto quiero incitar a nadie a suicidarse o algo por el estilo, sino, visto de una manera más profunda, puede que cómo yo aún no hayas encontrado esa pasión o puedas responderle con la frente en alto al niño del pasado sobre cuales son las verdaderas ventajas de ser un adulto, pero ten en cuenta esto: atesoremos cada acción, pertenencia, virtud, compañía, placer, desde el poder oler un café recién hecho con la marca más barata del mercado pero que sabe muy bien, hasta la sensación de disfrutar un abrazo de mamá o papá.

Lamentablemente la sociedad nos ha enseñado a ser competitivos por todo y que la mejor manera de disfrutar la vida es quién hace, tiene y es mejor que otro, pero al menos en mis momentos de efímera motivación personal, lo que me mantiene funcionando es pensar en que debemos vivir de la manera en que queremos ser recordados cuando llegue el momento de la pausa definitiva.






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